Lecciones morales que debemos aprender sobre la pandemia del coronavirus
Autor: Jerry Locula
Traducido al español por Ana Elena Acón
Introducción
En medio del estremecedor oleaje de la pandemia del coronavirus que ha afectado al mundo, Jerry Locula comparte sus pensamientos en cómo él ve el mundo el día de hoy, y cómo el mundo nunca será el mismo de nuevo. Él destaca que la paz no es solamente la ausencia de la guerra, asegurando de alguna manera que el coronavirus ha descarrilado la paz personal y de la sociedad. Locula insta a la humanidad a apreciar cada pequeña cosa, especialmente aquellas que tomamos por sentado antes de la llegada del coronavirus. También considera que el mundo ha cambiado y que la nueva normalidad ha llegado a los pies de la cultura humana. Jerry exhorta a cada individuo a mostrar un poco más de amor y amabilidad, con el fin de que nuestro mundo sea un mejor lugar y en paz para todos.
LA AUSENCIA DE VIOLENCIA NO ES NECESARIAMENTE LA PRESENCIA DE PAZ
La ausencia de violencia directa, incluyendo las guerras civiles, disturbios comunales y la hostilidad convencional, no necesariamente significa que hay paz. Existen fuerzas que erosionan y descarrillan la paz, a pesar de que no haya presencia de violencia y derramamiento de sangre. La conversación en un ambiente de paz, que la defina como la ausencia de guerra nos permite profundizar cada vez más en su significado.
“La paz no significa necesariamente que las personas estén en paz y la sociedad sea pacífica” (Kahuko, 2019) si no hay presencia de enfrentamientos violentos. Esto se debe a que existen problemas y hostilidades (Kahuko, 2019). Existen otros factores que debemos de tener en cuenta porque considero que la paz es holística. Veo la paz como la encarnación de la una tranquilidad total o inclusiva; desde nuestro entorno, físico y mental, y tomando en cuenta nuestro bienestar.
La paz puede estar ausente también cuando suceden desastres naturales, incluyendo terremotos, huracanes, deslizamientos o inundaciones, cambio climático y tornados. Cuando las epidemias y pandemias como el coronavirus se presentan, la paz también puede verse afectada. Todos hemos sido testigos de la devastación sin precedentes y consecuencias que el coronavirus ha causado a lo largo del primer semestre del 2020, y parece que no va a desacelerar. Con esto, no veo la paz.
EFECTOS SOCIALES Y DESCENSO DEL CORONAVIRUS
En los últimos meses el mundo ha enfrentado tiempos difíciles. Mucho pánico, una gran cantidad de muertes (OMS, 2020) con una economía afectada (McKinsey & Compañía, 2020). La alta cantidad de muertes ha agobiado ciudades, hospitales, comunidades y familias por el coronavirus, sin ningún desacuerdo en absoluto, pero además yo creo que la paz mundial ha sido afectada. La paz y seguridad internacional se han enfrentado a una amenaza muy seria. Los cierres, las medidas, el estado de emergencia, el colapso de los viajes internacionales, estancamiento, hambruna, desempleo, el declive económico, el poco acceso a las cosas básicas, disrupción en la vida y cultura, la lista puede seguir. Estos son indicadores de que no hay paz.
Por lo tanto, no intentemos limitar la paz a la ausencia de guerras o a campos de batalla. De hecho, por alguna razón, yo veo la pandemia como un campo de batalla.
FALTA DE COMIDA, ES FALTA DE PAZ
Desde el confinamiento, he estado tratando de realizar chequeos rutinarios, no solamente con mi familia, sino también con mis amigos, en lugares cercanos y lejanos. Hemos hablado sobre la hambruna, la inseguridad del empleo, y la pregunta de paz en torno al coronavirus, y he entendido cómo el virus ha afectado la paz personal y la armonía social basándome en esas conversaciones.
Cuando conversé con mis conocidos en Uganda, Ruanda, Liberia y de otros lugares, noté que la paz ha faltado en sus vidas, a pesar de que no exista la violencia o agresión física.
La preocupación y el miedo de enfermarse por el virus, pero también la falta de comida en las innumerables noches de hambre a las que poblaciones han sido expuestas, es increíblemente triste. Esas personas que han pasado hambre durante días, en la pandemia no tienen paz interior. Yo creo fervientemente que cuando no hay comida, no puede haber paz. La comida es uno de los elementos esenciales para la supervivencia de todos los seres humanos.
Cuando llamé a mi amigo en Kigali a las 2:00 AM [hora local en Kigali] a finales de mayo 2020, preguntando el por qué no estaba dormido a esa hora, me dijo, "¡No tenemos paz! Estamos pasando hambre desde las medidas de confinamiento implementadas como resultado del coronavirus. No hemos tenido alimentos y por eso es difícil dormir, porque una persona no puede irse a la cama con un estómago vacío."
Con la experiencia de mi amigo, su familia y yo, asumo que entre muchas más personas, se convierte en una realidad el hecho de que a pesar de que no hay una guerra, tampoco hay paz. A pesar de que no exista la violencia física en muchos lugares del mundo desde que comenzó la pandemia, por muchas razones falta la paz. Por esto, aunque no hay violencia física; debemos de profundizar antes de concluir que si hay paz.
FALTA DE PAZ EN MEDIO DE LA ABUNDANCIA
Cuando las autoridades impusieron medidas de cierre, hasta aquellos con abundancia de recursos, incluyendo dinero y todo, han llegado a no tener paz. Es en el caso de los que no tienen, logré seguir interactuando con muchas de mis conexiones pudientes o acomodadas.
Mi amigo Jim posee un carro grande, una hermosa y grande casa con todo lo que se puede haber adentro. Él es un médico retirado de una renombrada organización de salud. Él tiene todo a su disposición. Pero a pesar de la abundancia material, él no tiene paz desde que llegó el virus.
Miedo de no infectarse, la restricción del movimiento le ha pasado la factura, especialmente porque es un caballero social y amigable. Por un lado se preocupa por su edad y por sus padres, y por otro lado, cuidar de ellos, ha sido un gran peso para Jim. Él me cuenta que se siente confundido, enojado, preocupado, y que no tiene paz a pesar de su situación privilegiada.
La paz va más allá de la ausencia de guerra o violencia. Permítanme aclarar que lo que afecta al individuo, también afecta a su comunidad y a la sociedad en general.
Examinemos cuáles podrían ser las lecciones morales serias que el coronavirus puede habernos enseñado a todos.
ANTES DE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS, LA REALIDAD QUE ALGUNA VEZ FUE
Con todo lo anterior, y tomando en consideración nuestra vida cotidiana antes del coronavirus, hay una lección moral imperativa que todos debemos aprender.
En nuestro mundo capitalista y materialista, el coronavirus tiene una lección que enseñarnos a todos nosotros.
Hace un tiempo atrás, nos veíamos solamente a nosotros mismos; pero a nadie más. La raza humana debe de valorar a los compañeros y vecinos. Ignoramos a esos en dolor y en necesidad
Recurrimos a nuestros activos, a nuestras grandes cuentas bancarias y nos decimos, ¡bien hecho! No nos importan nuestros vecinos, amigos, y la humanidad tanto como deberíamos. Las cuatro pequeñas letras, “hola” fueron a veces imposibles de decirlas, jamás el “Te quiero” ¡Dejamos que la arrogancia y el egoísmo determinara nuestros días!
A veces somos violentos y nos decimos a nosotros mismos que somos sofisticados. Nos preocupaba muy poco la gente que no conocemos. En caminos estrechos, pasamos cerca de nuestros vecinos o en caminatas largas cerca de algunos en angustia, pero los callamos y dijimos que eran locos y pobres.
Tampoco conocíamos las cuatro pequeñas palabras, “¡por favor, disculpe, perdón y gracias!” Simplemente no nos importaba. Fallamos en ver a diario como los otros se enfrentan en este mundo tan brutal. Hablamos y pensamos muy bien de nosotros mismos. Destrozamos a nuestros vecinos. Los vecinos que no solamente están en nuestro vecindario. Los vecinos son incluso aquellos que escuchamos y vemos en tierras lejanas.
Aunque sea justo o injusto, seguimos agregando a nuestra riqueza y posesiones materiales. Fallamos en compartir, o permitir que esos que no tienen nada tomen nuestras migajas. Incluso, los hemos escuchado llorando. ¡Hemos sido egoístas! ¡No nos disculpamos! ¡Nos sentimos sofisticados!
Hemos realizado viajes a destinos fabulosos y excitantes. ¡Nos hemos relajado y hemos tenido un tiempo grandioso! Si, esa es la vida, ¡disfrútala! Pero también a veces reina el “infierno” de esos que nos sirven diligentemente. Tomamos ventaja de otros, más que todo los más pobres.
Atacamos a la gente que huía de la hambruna feroz, la guerra civil, el cambio climático y la persecución. No pudimos ayudar a las personas sin hogar ni a los refugiados. Dijimos que habían venido a cambiar el rostro bello y tradicional de nuestros pueblos. Solo vimos vida en el apego a lo material.
Hemos confiado en tecnologías innovadoras y dudamos de la realidad indeleble de Dios. Pero en nombre de la religión, nos acaloramos, peleamos, calumnias y nos decapitamos unos a otros.
Nunca salimos un día de nuestras zonas de confort para ver cómo es la vida de los demás. Solamente vemos demonios cuando somos testigos de otra gente sufriendo y luchando para llegar a final de mes. A veces pensamos que eran molestos. Nosotros éramos los buenos y ellos los malos.
LECCIÓN MORAL PARA LA HUMANIDAD
El coronavirus nos ha enseñado una lección. Aunque seas pobre o rico, negro o blanco, hombre o mujer; todos hemos tenido una lección que aprender. El Profeta en el buen viejo libro, nos alerta en reforzar que la vanidad sobre vanidad, es solo vanidad (Bible Hub, n. d)
Hoy, veo los motores de riqueza cerrados y estacionados, mientras la Tierra escucha en calma. Las ciudades industriales y maquinarias se han dejado desatendidas. Todo el mundo está tranquilamente detenido en casa. Incluso quedándose en casa, las viviendas son insoportables. Los bancos están cerrados porque el dinero no sirve en algunos lugares. Increíbles y millonarios edificios de iglesias, catedrales, mezquitas, museos, palacios presidenciales se convierten en moradas fantasmas. Los destinos populares que alguna vez acogieron a cientos de miles ahora están cerrados.
Súper autopistas, interestatales, calles, puntos de ebullición están todos vacíos. Los mercados están cerrados. Las glamorosas ciudades y pueblos están bajos. La fama y belleza han dejado ir todo. Nuestras icónicas tecnologías nos han llenado hasta cierto punto. Los trabajos prestigiosos y caros que alguna vez tomamos, al punto que la familia, amigos y vecinos todos se han ido. La economía se ha ido quebrando. El silencio ha llegado a todas partes: oficinas, escuelas, bares, restaurantes, estadios y los “me gusta”.
La vida, la cultura, y las personas alrededor del mundo se han visto afligidas con una extraordinaria magnitud a causa del coronavirus. Entonces, el coronavirus ha probado duramente los valores compartidos de la humanidad. El coronavirus nos recuerda a todos que a pesar de nuestro color de piel, el idioma y las creencias, estatus, influencia; ¡estamos todos interconectados porque somos hijos de Dios! El Coronavirus nos dice que cualquiera que sea nuestro estatus social, todos somos iguales; nada muy extraordinario.
El Coronavirus nos dice que todos somos frágiles, ¡solamente Dios puede sostenernos! El coronavirus nos envía mensajes claros de que no hay fronteras entre las naciones porque es el mundo entero es de Dios.
Al mismo tiempo, el coronavirus nos dice que no somos dueños de nada en este mundo; Dios es dueño de todo, pero que por un tiempo somos mayordomos. La pandemia del coronavirus nos recuerda a todos que los poderosos, ricos y pobres son igual a Primeros Ministros, Presidentes, Reyes y Reinas que ellos (nosotros) no son todopoderosos, solamente Dios es supremo.
El coronavirus nos enseña lo que hoy es, pero que pronto será historia y que la vida nunca más será igual. Las culturas convencionales y celebradas han sido alteradas y que el “nuevo normal” está para quedarse.
Por eso, ahora y mañana, valoremos a la humanidad y mejoremos las relaciones interpersonales cada día. Abracemos a nuestros vecinos y apreciemos las pequeñas cosas que alguna vez dimos por sentado. Dedique menos tiempo a acumular capital y recursos para nuestros representantes individuales y egoístas. Porque son incorpóreos y sin sentido. Protejámonos con amor y humildad.
HAGAMOS DEL MUNDO UN MEJOR LUGAR
Con el fin de hacer el mundo un mejor lugar para la humanidad, debemos ponernos de pie por el amor y el cariño a los demás.
La verdad es que nunca tendremos nada que perder si nos amamos y nos preocupamos los unos por los otros, pero siempre lastimaremos a la humanidad y el propósito de Dios, si odiamos a nuestros vecinos.
Aún en nuestros tiempos de confort, no nos dejemos llevar por la idea de que no hay ningún problema. Hay miles y si no millones de personas pasando desgracias. Mantengamos la energía positiva, pensamientos, y oraciones por aquellos que están batallando grandes crisis.
Mientras estemos durmiendo, es posible que otros no tengan la oportunidad de dormir debido al dolor que padecen. Si bien, es posible que tengamos una gran cantidad de alimentos y nunca entendamos que es tener hambre, otros pueden estar luchando para ganarse las migajas de la mesa de otra persona, solo para sobrevivir. Si bien, es posible que no estemos satisfechos con nuestros ingresos mensuales o anuales actuales, hay otros que pueden trabajar durante toda su vida y nunca tienen la oportunidad de ganarlos de igual manera. Puede que no estemos contentos con nuestro trabajo, pero hay muchas más personas calificadas que no tienen la oportunidad de ocupar el puesto.
Día tras día, hay muchas personas pasando por una horrenda realidad. Mientras vamos tomando decisiones, otros solamente quieren ser escuchados. Mientras manejamos o viajamos, hay algunos que solo oran por fuerza para gatear o caminar. Algunos viven en mansiones, pero otros sólo quieren tener un humilde techo para poder descansar, o para cubrirse de la lluvia o del sol. Mientras algunas personas no se dan cuenta de lo hermosa que es la luz del día, otras solo buscan tener un pequeño rayo de luz.
Una lección moral para la humanidad que aprendemos del coronavirus es que debemos amarnos los unos a los otros, para hacer de nuestro mundo un mejor lugar.
Conclusión
La vida se trata de servir a la humanidad. Nuestro mundo será un mejor lugar para todos, solamente si mostramos amor, cariño entre todos nosotros. Solamente por el amor entre nosotros, la compasión, generosidad, empatía y buenas relaciones humanas, hacen del mundo un mejor lugar. Todos debemos sentirnos culpables si dejamos este mundo atrás, lleno de intolerancia y odio.
Extendamos la mano y abracemos a nuestros vecinos con una sonrisa, seamos compasivos y perdonadores, demostremos un poco de amor nuevamente y hagamos que nuestro mundo funcione para todos nosotros. Si esto sucede, todos estaremos en paz. El lograr estar en paz cuando las poblaciones mundiales que son mayordomos del mundo están en paz.
Lista de Referencias
Bible Hub. Bible KJV Ecclesiastics 1:2. https://biblehub.com/kjv/ecclesiastes/1.htm, Accessed on 15 July 2020
The coronavirus effects on global economic sentiment May 21, survey. https://www.mckinsey.com/business-functions/strategy-and-corporate-finance/our-insights/the-coronavirus-effect-on-global-economic-sentiment#, Accessed on 15 July 2020
U-report News: OPINION: Peace is not the absence of war. https://www.standardmedia.co.ke/ureport/article/2001337053/opinion-peace-is-not-the-absence-of-war, Accessed on 14 July 2020
WHO Coronavirus Disease (COVID-19) Dashboard. https://covid19.who.int/?gclid=CjwKCAjw57b3BRBlEiwA1ImytpuQbt4C3Ayov1OT2FI3IiWB5aOfVmq5s-MnApWrBGEbsUUsD4DPuxoCxPEQAvD_BwE, Accessed on 15 July 2020
Biografía del autor
Jerry Locula es oriundo del estado de Liberia en África Occidental. Es activista por la paz, los derechos humanos y la justicia social, también trabajó en Derechos Humanos en la Misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur. En casi seis años de trabajo en Sudán del Sur su objetivo principal fue el de monitorear y documentar crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y abogar por el estado de derecho. La experiencia técnica de Jerry ayudó a la Asamblea del Estado de Equatoria Central de Sudán del Sur para promulgar el “Arte de la educación de las niñas”, garantizando así los derechos de las niñas a la educación en ese país. Mientras estaba en Sudán del Sur, ayudó a fomentar la iniciativa de paz de base entre las fuerzas combatientes y vio el regreso de la paz en el estado de Yei River. De regreso a su país de origen, Liberia, Jerry trabajó con la Comisión Nacional Independiente de Derechos Humanos como Director del Departamento de Investigación y Monitoreo de Quejas donde encabezó importantes investigaciones e informó sobre casos de violaciones de derechos humanos de alto perfil en el país. También trabajó con el Programa de reconciliación y curación de trauma de la Iglesia Luerana en Liberia como Oficial de Derechos Humanos y Gobernanza en el cual condujo entrenamientos en resolución de conflictos y sesiones de derechos humanos para poblaciones incluyendo personal del orden público, líderes tradicionales y comunitarios. Lideró los esfuerzos para resolver importantes disputas territoriales entre ciudades y pueblos de Liberia que dieron como resultado una coexistencia pacífica. En las elecciones presidenciales y generales del 2005 y 2011 en Liberia, Jerry viajó por todo el país enseñando a los ciudadanos; especialmente a las mujeres y jóvenes sobre el derecho del voto y también sobre el poder de su poder a votar. Actualmente, Jerry es Fundador y Director Ejecutivo de la Fundación Locula; una organización sin fines de lucro que ha creado para promover la justicia social, los derechos humanos y empoderar a las comunidades en Liberia. Jerry tiene una Maestría en Derecho Internacional y Derechos Humanos de la Universidad de las Naciones Unidas para la Paz en Costa Rica. Puede ser contactado a su correo electrónico jlocula@gmail.com