Historia política de Centroamérica: una lucha incesante
Autor: José Alberto Umaña Salguero
Los países centroamericanos se caracterizan por ser los que menos extensión territorial poseen en el continente americano, y a su vez, por haber recorrido un pasado colonial común. Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá compartieron historia como parte del gran Imperio Español desde mediados del Siglo XV; sin embargo, hoy en día, se puede identificar y analizar diversos factores que hacen que cada país tenga una situación política y económica distinta. En ese sentido, es importante hacer un recorrido histórico breve de como surgieron los Estados centroamericanos, con el objeto de comprender cuales fueron aquellos factores internos y externos que han hecho de Centroamérica una región convulsa a nivel internacional. Y a su vez, comprender el proceso de pacificación centroamericana y su importancia en la consolidación de la paz de la región.
En primer lugar, es importante estudiar cuáles fueron los factores externos que permitieron obtener la independencia de Centroamérica en 1821. Entre los hitos más importantes, están el movimiento de la Ilustración en el siglo XVIII y la guerra de independencia española (1808 -1814) a raíz de las invasiones napoleónicas en el viejo continente.
Ambas situaciones permitieron la difusión de ideas revolucionarias en materia de libertades civiles y políticas y a su vez, el vacío de poder durante las invasiones napoleónicas generó tensión en los funcionarios reales y la esperanza en las elites criollas de configurar la organización política del Imperio Español. En esa línea, es que el proyecto Federal en Centroamérica surge a partir del descontento que había en las elites de la Capitanía General de Guatemala que sentían la presión económica y comercial de la corona española para financiar las guerras imperiales (Barraza, 2011).
A partir de ese contexto, es que en gran parte de Centroamérica se empiezan a gestar rebeliones populares (1811 – 1814) que en un principio respondían a la represión política que mantenían los funcionarios reales y la influencia de las elites criollas por cambiar las relaciones colonias hacia un modelo de relaciones transatlánticas (Cortes de Cádiz 1810 – 1814). El descontento se incrementó y algunos personajes como los hermanos Aguilar y Manuel José Arce fueron reprimidos (SICA, 2012).
La Independencia de la Capitanía General de Guatemala en 1821 se consiguió gracias a la presión de amplios sectores y por la influencia que generó el nuevo emperador mexicano Agustín de Iturbide. La élite criolla guatemalteca ante la amenaza de una invasión mexicana decide anexarse a México; con la rebeldía de una pequeña nación en proceso: la provincia de San Salvador. Luego de una guerra entre México y San Salvador y las debilidades del Imperio Mexicano, se declara nuevamente la independencia de la Provincias Unidas de Centroamérica (1823) (Gil, 2019).
La gran provincia centroamericana decide organizarse bajo la forma de una República Federal (1821 – 1841). El Federalismo respondía básicamente a dos factores: defenderse de una posible invasión militar y afianzar el proyecto republicano en manos de los liberales. La República Federal incluía las actuales naciones de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Costa Rica se adhirió, mientras que la región de Chiapas —hasta entonces controlada por Guatemala— decidió en un referéndum sumarse a México. A Belice se la conocía entonces como la Honduras Británica, porque estaba bajo control del Reino Unido desde mediados del siglo XIX. Por último, Panamá formaba parte de la República de Colombia o Gran Colombia, de la que se independizaría en 1903 (Vázquez, 2011).
El experimento federal “duró hasta 1839, cuando el choque de intereses políticos y económicos provocó la guerra civil centroamericana (1826-1829), tras la que la República se fragmentó en los Estados actuales. Los protagonistas de este periodo liberal y de idealismo unificador fueron el salvadoreño Manuel José Arce y el hondureño José Francisco Morazán, el “Simón Bolívar de Centroamérica” (Cuevas, 2020).
Luego del fracasado intento federal en la región, los países centroamericanos inician un período agitado a nivel interno y externo en donde la consolidación de la economía agraria exportadora del café y el banano afirmaría el Estado Nacional como expresión del poder de una clase (1870 – 1945). Cuando esta clase social se proyectó hegemónicamente, expresó el vigor de sus fundamentos económicos; básicamente consolidando grupos elites, oligarquías y en el caso de Costa Rica una aristocracia privilegiada (Cardenal, 1996).
Este proceso de consolidación de la economía agroexportadora y de afirmación del Estado Nacional, conocido como la reforma liberal, se dio principalmente en países como Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica. Asimismo, desde inicios del siglo XX se consolidó la producción del banano a partir contratistas y compradores de la producción local, cuya comercialización hizo posible la formación del enclave bananero. Una forma de subordinación económica sobre las repúblicas centroamericanas por parte de compañías extranjeras (Acuña, 1993).
Las democracias liberales en Centroamérica como se le conoció a dicho periodo no fue más que una fachada jurídica para consolidar el poder de las élites. Los países crearon “normas constitucionales para organizar su estructura política conforme al modelo de democracia liberal, burguesa y capitalista, es decir, se trataba de un régimen presidencial con elecciones de base patrimonial primero y de ciudadanía después’’ (Cardenal, 1996).
Por otra parte, Estados Unidos como parte de su política exterior “América para los americanos’’ consolidó su influencia geopolítica en la región a partir de los negocios capitalistas de la United Fruit Company y la injerencia militar y diplomática en países como Nicaragua y Panamá; países con alto valor geoestratégico para fines comerciales. Los intereses de los Estados Unidos y las elites centroamericanas coincidían en la medida que el primero financiaba la modernización de las ciudades y apoyaba la profesionalización de los ejércitos como el instrumento de represión sobre el campesinado y los pueblos indígenas.
Con la finalización de la Primera Guerra Mundial, Centroamérica era dependiente cada vez más del escenario económico internacional. La crisis del 29, dejo en evidencia las débiles estructuras de agroexportación de las repúblicas y se contaba con muy pocas industrias. Todos los países de la región tuvieron problemas en cuanto a las importaciones, que disminuyeron considerablemente creando una situación desesperada para los gobiernos, cuyos ingresos provenían casi exclusivamente del rubro cafetalero y bananero (Acuña, 2000).
En ese contexto también, se empieza a estudiar los primeros grupos comunistas y sindicales que influyeron en diferentes protestas de la región. Ejemplo destacado de esto fueron las huelgas bananeras de Honduras, en 1932, y en Costa Rica en 1934. A un nivel mucho más dramático, en El Salvador se produjo el alzamiento campesino de 1932, reprimido sangrientamente por el gobierno en turno (Hernández Martínez).
Los gobiernos de la región, influenciados por Estados Unidos y el miedo de la amenaza comunista empiezan a consolidar regímenes autoritarios; de hecho, desde los años 30s hasta inicios de la década de los 70s, en países como Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, esta etapa se le empieza a denominar como el “ascenso del militarismo’’, por las constantes represiones a manos de militares y golpes de Estados bruscos, acompañados por débiles procesos electorales (Mined, 2009).
La primera experiencia fue en El Salvador con el dictador Maximiliano Hernández Martínez (1931 – 1944), luego con Jorge Ubico (1931-1944) en Guatemala y en Nicaragua con el inicio de la dinastía Somoza García (1937-1979).
Luego de la Segunda Guerra Mundial, se dio un breve período de “apertura democrática’’ en estos tres países. Por ejemplo, Guatemala fue un caso del renovado socialismo popular en Latinoamérica. El coronel Jacobo Arbenz realizaría una serie de reformas sociales – principalmente en materia agraria – y apoyaría intentos de democratización en otros países como Costa Rica.
Sin embargo, el contexto global vivía una nueva faceta: la Guerra Fría. el crecimiento de las organizaciones populares y los intentos de Arbenz de profundizar las reformas, polarizaron enormemente a la sociedad y atrajeron la hostilidad de los Estados Unidos (Albiac, 2015).
En El Salvador se dio un intento de apertura democrática, pero estas vendrían acompañas de Directorios Cívicos Militares y la creación de partidos políticos “oficialistas’’ como el Partido de Conciliación Nacional (PCN), que lo único que hacían era generar una cortina de poca apertura hacia otros grupos políticos y civiles. Incluso, la censura y el descontento popular en El Salvador durante de la década de los 60s, fue amortiguado por la “Guerra de Legítima Defensa’’ en contra del Estado Hondureño en 1969 (Mined, 2009).
En Nicaragua, los Somoza se mantuvieron en el poder gracias al apoyo directo militar de los Estados Unidos. Las rebeliones lideradas por Cesar Sandino en los años 30s, fueron reprimidas por una guardia nacional bien entrenada. Durante las siguientes décadas, el descontento popular aumento y se agruparon en el Frente Sandinista, pero no sería hasta mediados de los años 70s, que lograrían un golpe definitivo a la dinastía Somoza (Acuña, 2000).
En cambio, Panamá no sufrió un conflicto armado interno bajo el mando de los generales Omar Torrijos (1968-1981) y Manuel Antonio Noriega (1983-1990), pero cuando este último pasó de apoyarse en Estados Unidos a involucrarse en el narcotráfico, los propios estadounidenses lo derrocaron en la invasión de la Zona del Canal en 1989.
Costa Rica también mantuvo una posición cercana a Estados Unidos y gozó de una estabilidad política solo amenazada por una crisis económica en los ochenta (Cuevas, 2020). En concreto, la década los 70s, fue la década que acumulo los descontentos populares de las clases más desfavorecidas, principalmente en Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
La Guerra Fría, la amenaza comunista y la Revolución Cubana en 1959, fueron los factores internacionales que convencieron a los Estados Unidos de financiar regímenes para eliminar cualquier amenaza que atentara con los intereses de las elites económicas locales y los capitales extranjeros. Todo ello, fue lo que ocasiono las guerras civiles en centroamericana marcando un antes y un después en la historia política de Centroamérica y las relaciones de estos países hacia el exterior.
En esa línea, durante los años 80s Centroamérica fue unas de las regiones geopolíticas que más sufrió los impactos de la Guerra Fría, como consecuencia de los conflictos desencadenados en Guatemala, El Salvador y Nicaragua; y, con un rol indirecto, el país hondureño como base militar de Estados Unidos y Costa Rica como nación afectada por el desplazamiento forzado.
Se sostiene que fueron dos visiones las que precipitaron la crisis centroamericana: primero, producto de las injusticias sociales que afectaban a buena parte de los países latinoamericanos y segundo, en la justificación de la amenaza liberal o comunista de los actores internacionales y en la importancia estratégica de la región (IEEE, 2010).
En Guatemala, el conflicto armado había iniciado con el movimiento 13 de noviembre de 1960, en donde un grupo de jóvenes oficiales del Ejército se alza en armas, exigiendo cambios estructurales. El ejército guatemalteco con el apoyo de la CIA se encargó de intentar eliminar los distintos grupos guerrilleros que surgieron a los largos de las siguientes tres décadas. Pero no fue hasta 1982, que las guerrillas se unen en un frente unificado bajo del nombre de la Unión Revolucionaria Guatemalteca (UNRG).
En El Salvador, la Guerra Civil inicia con un Golpe de Estado en 1979 y una efímera proclama de la Fuerza Armada a cargo de jóvenes oficiales. Sin embargo, ni el pobre intento de reforma agraria en 1980, detuvo el avance guerrillero del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El pulgarcito de américa seria víctima de graves violaciones a los derechos humanos, como la “masacre del Mozote’’; un episodio oscuro de la historia salvadoreña que sigue sin concluir.
Sin embargo, sería el caso de Nicaragua que pusiera en jaque la estabilidad geopolítica de Centroamérica. Luego de la revolución del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) en 1979, los opositores y antiguos miembros de la Guardia Nacional fueron organizados por Estados Unidos en una fuerza paramilitar conocida como las Contras o Resistencia Nicaragüense; iniciaba así un conflicto de baja intensidad hasta 1987. En este punto, Honduras, bajo gobierno militares sirvió de pivote geopolítico para que EE. UU entrenara a las Contras y así evitar un efecto domino en la región. La injerencia norteamericana fue tal, que en 1986 la Corte Internacional de Justica, falló a favor de Nicaragua y condeno a EE. UU a pagar una indemnización por sus actividades paramilitares contra Nicaragua. Costa Rica sería víctima de uno de los Frentes de la contrarrevolución nicaragüense (Frente Sur) y tendría un rol activo en la pacificación de Centroamérica (Morán, 2010).
Los tres conflictos armados dejarían sendas violaciones a los derechos humanos. Los asesinatos, desapariciones, a manos de los escuadrones de la muerte o fuerzas paramilitares de esos países se convirtieron en una práctica habitual. El nivel de bajas había sido muy elevado en los tres países; tomando solamente el periodo 1980-1986 las bajas mortales fueron de unas 75.000 en Guatemala, 60.000 en El Salvador y 43.174 en Nicaragua (Morán, 2010). Por lo tanto, se hacía necesaria la activación de mecanismos de resolución de conflictos a nivel internacional. El objetivo principal sería entablar procesos de negociación en Guatemala y El Salvador y construir un acuerdo de reintegración a la vida civil de las Contras en Nicaragua.
La travesía iniciada por Grupo Contadora (México, Panamá, Colombia y Venezuela) – en abril de 1983 – fue obstaculizada por la posición hondureña ambigua respecto a la circulación de las Contras en su territorio. Contadora tenía como mandato lograr una solución pacífica al conflicto civil en Nicaragua y a la guerra civil salvadoreña. Pero estas metas irían en contraposición de la incesante lucha contrainsurgente que caracterizó a la administración estadounidense de Ronald Reagan.
Las divisiones al interior de la reunión de cancilleres en el Grupo Contadora, llevó a la creación del Grupo de Apoyo (Brasil, Argentina, Perú y Uruguay). El objetivo sería reactivar el proceso negociador de Contadora. Así en enero de 1986, Grupo Contadora y Grupo de Apoyo suscriben en Venezuela el importante mensaje de Caraballeda, para la paz, la seguridad y la democracia. Esto daría el impulso para la Declaración de Esquipulas I y la última versión del Acta de Contadora.
La sede de las reuniones fue en el humilde poblado transfronterizo de Esquipulas, Guatemala. Había sendas diferencias entre los países; por una parte, Honduras sostenía que, para tener paz en la región, cada Estado debía tener una fuerza militar equivalente, mientras que, Nicaragua sostenía que el nivel militar debía tomar en cuenta las necesidades objetivas de defensa de cada país, tomando en consideración las amenazas externas. El Salvador y Costa Rica se mostraban afines a la tesis hondureña, con ello se les denomino el “Bloque de Tegucigalpa’’. Al final, Honduras decide no apoyar la cuarta y última acta del proceso contadora aduciendo que Nicaragua debía alcanzar reformas democráticas y la reducción de su capacidad militar; igualmente el presidente Oscar Arias de Costa Rica no se mostraba seguro de la situación democrática en Nicaragua. Por si fuera poco, Estados Unidos rechazaba también el Acta, con lo cual, para junio de 1986 el sueño de paz quedaba truncado (Moran, 2010).
No obstante, en febrero de 1987 el presidente de Costa Rica Oscar Arias presenta un plan de paz para Centroamérica. El plan contenía una serie de compromisos a cumplir por todos los países en conflicto, entre los más importantes estaba la reconciliación nacional, la celebración de elecciones libres y el rechazo de grupos insurgentes que ocupen territorios de otros países para desestabilizar la región.
A pesar de que al inicio el plan de “Arias’’ fue mal visto por Nicaragua, este último decide unirse a la iniciativa en mayo del mismo año. De esta forma, los cinco países implicados y afectados en el conflicto Centroamérica deciden firmar en Esquipulas (II), el documento “Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centro América’’. Siendo uno de los hitos más importantes en la búsqueda de paz de la región.
En el texto, los países se comprometieron a poner en marcha un proceso de democratización interna, promover el dialogo nacional, decretar amnistía general y fomentar elecciones libres. Para ello se decidió crear una Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento (CIVS), representada por los Secretarios General de Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA), y por los cancilleres de Centroamérica y del Grupo Contadora y Grupo de Apoyo.
Sin embargo, el fervor en pro de la Paz a partir del Acuerdo de Esquipulas II, se vería truncado por el rechazo de la administración Reagan y su insistencia en la caída del FSLN en Nicaragua. Igualmente, en noviembre de 1987, la CIVS elaboró un informe muy crítico al incumplimiento de medidas por parte de Guatemala, Honduras y El Salvador (Morán, 2010).
En enero de 1988, el presidente Hondureño Azcona apoyado por el mandatario salvadoreño Napoleón Duarte amenazan con salirse del proceso de Esquipulas. Tras ese encuentro, se decidió suprimir el trabajo de la Comisión, y los secretarios generales de la ONU y la OEA, el Grupo Contadora y el Grupo de apoyo son separados del proceso de Esquipulas. A pesar del obstáculo que presentaba el proceso de paz en Centroamérica, en marzo de 1988 se firma los Acuerdos de Sapoa entre el gobierno sandinista y la Contra nicaragüense. El objetivo del acuerdo era lograr el desarme de la Contra y lograr su reinserción a la vida civil.
Con los procesos de Esquipulas truncados, la esperanza quedaría en manos de Naciones Unidas y su capacidad de negociación en El Salvador y Guatemala y la verificación de la normalización política y militar en Nicaragua. De esa manera, nace a partir de la Resolución 644 (1989) del Consejo de Seguridad “El Grupo de Observadores de Naciones Unidas para Centroamérica (ONUCA)’’. Entre los objetivos más importantes estaba verificar el cese a la ayuda de los grupos irregulares y fuerzas insurgentes, especialmente las Contras y el FMLN en El Salvador, y verificar la no utilización de un territorio de un Estado para agredir a otros.
En la misma línea de los procesos de paz, el gobierno salvadoreño y la guerrilla, deciden en San José Costa Rica (1990) solicitar el apoyo del Consejo de Seguridad para establecer la Misión de Observadores de Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL). El enviado especial de Naciones Unidas Álvaro de Soto jugo un papel clave como mediador y gestor de acuerdos progresivos en materia de derechos humanos, participación electoral y reinserción de combatientes.
El Salvador, después de 12 años de conflicto armado firmaría la Paz en el Castillo de Chapultepec México en enero de 1992. Los Acuerdos de Paz contenían una serie de reformas del marco democrático e institucional del país, reformando el papel de las fuerzas armadas y de seguridad pública y permitiendo la participación política del FMLN. El reto era ambicioso y por ello, ONUSAL no se limitó a verificar el cese al fuego y observar la entrega de armas, sino también, a realizar un conjunto de acciones en el marco de la construcción de paz (Peacebuilding), por ejemplo, el asesoramiento a las renovadas fuerzas del orden (Costa, 1994).
También, en ese contexto, se da un hito en la historia centroamericana. Después de una revolución y una contrainsurgencia en Nicaragua, y la aparente consolidación del poder político Sandinista, Nicaragua decide elegir como presidenta a Violeta de Chamorro en 1990; marcando el papel de la mujer en la política centroamericana.
A su vez, se extendía el mandato de ONUCA para monitorear la desmovilización de las Contras. Dicha misión terminaría integrándose en cierta forma a las labores de verificación de ONUSAL en El Salvador.
Por otra parte, en Guatemala los acuerdos de paz tuvieron que esperar unos años más. El fin de la guerra fría fue clave para crear un entorno más propicio para entablar la paz el país. La prolongación del conflicto y el agotamiento de las partes, la entrada de gobiernos con criterios democráticos (a partir de Vinicio Cerezo, 1985) y un menor peso de la élite militar, habían creado el terreno para el proceso de negociación desde 1990.
No fue hasta 1994 que la UNRG y el gobierno guatemalteco firman en México el Acuerdo Global sobre los Derechos Humanos y en esa línea, ambas partes solicitan a las Naciones Unidas el envío de la Misión de Verificación de los Derechos Humanos en Guatemala (MINIGUA).
MINUGUA, se estructuró en cinco asesorías de apoyo directo: de Derechos Humanos, Jurídica, Militar, Policial y de Asuntos Indígenas, llevo a cabo labores de verificación y reconstrucción de las instituciones en todo el país. Finalmente, el proceso de negociaciones para la paz concluyó con la firma, primero del “Acuerdo sobre el Definitivo Cese al Fuego’’, en diciembre de 1996, en Oslo, y el día 29 del mismo, el “Acuerdo de Paz Firme y Duradera entre la Unidad Revolucionaria Guatemalteca –URNG– y el Gobierno de Guatemala’’ (IEEE,2010).
La pacificación marcó un antes y un después en la historia reciente de Centroamérica. El multilateralismo jugó un rol activo en los procesos de negociación y el fin de la guerra fría marcó el rumbo hacia la pacificación de la región.
Sin embargo, hoy en día el contenido de los distintos acuerdos de paz está en discusión por diferentes actores políticos, incluidos mandatarios de la región. En parte por la visión excesivamente institucional para generar los ansiados cambios estructurales y la poca importancia hacia el rol de los actores políticos a nivel interno por crear una cultura de paz y promoción de la democracia. Las instituciones fueron creadas con el objetivo de mejorar las condiciones políticas y económicas de la sociedad, pero los actores políticos juegan un papel clave en la consolidación del marco democrático.
En concreto, debemos ser claros que los movimientos que derribaron los regímenes militares provocaron un nuevo orden social que ha permitido nuevas vías para la gestión de las diferencias políticas. Los jóvenes – por el momento – pueden ser partícipes de elecciones libres, ejercer su derecho de expresión y protesta, asimismo, la sociedad civil puede juega un rol como contralor del Estado y la comunidad internacional esta vigilante ante posibles atropellos a los derechos humanos y el orden constitucional. No obstante, el caso nicaragüense es el que se ha visto truncado con el retorno del sandinismo desde el año 2007.
El profesor Torres Rivas (2011) expresaba que no puede negarse que las sociedades centroamericanas tienen enormes desafíos por delante; sin embargo, si se les compara con el período autoritario, se comprobará que no solo han cambiado, sino que están – a pesar de las dificultades – en mejores condiciones para hacerse menos injustas.
Este 15 de septiembre de 2021, conmemoramos nuestro bicentenario de independencia y hoy más que nunca se vuelve vital retornar al pasado y analizar las causas estructurales que han afectado las relaciones de poder en nuestras sociedades. Los retos son enormes: la violencia, la corrupción, la migración forzada, el atropello a los derechos humanos y el orden democrático, y el estancamiento político del proceso de integración centroamericano, entre los principales.
Los gestores de la paz deben jugar un rol activo en la construcción y consolidación de la paz en nuestras sociedades. Mediar conflictos y gestionar las relaciones en la integración centroamericana son el camino a seguir. Se finaliza este recorrido con una importante reflexión que nos comparte la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador (2021):
Dos siglos han sido insuficientes para eliminar la pobreza, las privaciones injustas que sufre la mayoría de la población y la desigualdad económica y social. La corrupción, la falsedad de la clase política, la irresponsabilidad ante los problemas nacionales, el olvido de los pobres y de los débiles han estado presentes de manera continua en la historia de Centroamérica a lo largo de estos 200 años. En ese sentido, celebrar la independencia sin crítica no sería más que apoyar esa dinámica de abusos.
Lista de Referencias
Acuña Ortega, V. (1993) Historia General de Centroamérica: tomo IV / Las Repúblicas Agroexportadoras (1879-1945). Flacso, España.
Acuña Ortega, V. (2000) Historia del Istmo Centroamericano. Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana (CECC) San José, Costa Rica.
Albiac, Adrián (5 de junio de 2015). La CIA contra Guatemala: cuando Ernesto se convirtió en el Che Guevara. BBC Mundo https://elordenmundial.com/la-cia-contra-guatemala/
Barraza, Jorge (2011) Historia del Pensamiento Político en El Salvador. UFG Editores, El Salvador.
Cardenal Chamorro, R. (1996). Manual de Historia de Centroamérica. UCA editores, El Salvador.
Costa, Gino (1994). El papel de las Naciones Unidas en la Construcción de Paz: caso El Salvador. Fundación para el Desarrollo Institucional de Guatemala y el Instituto de Relaciones Internacionales para la Paz en Guatemala, pág. 29 – 50.
Díaz Barrado, C., Romero Serrano, J., y Morán blanco, Sagrario (2010). Los conflictos armados en Centroamérica. Ministerio de Defensa Español. Editorial UCA (14 de septiembre de 2021). Para una honesta celebración del bicentenario. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas https://noticias.uca.edu.sv/editoriales/para-una-honesta-celebracion-del-bicentenario?fbclid=IwAR3BaeF2Gmn2cnzqlyjouKEGGVO4qZN6DR9Dzo5nbJaI5VYphKEuQX4t9TQ
Gil, Tamara (3 de abril de 2019). “Países mexicanos’’: fueron Guatemala, Honduras y El Salvador parte de México en algún momento de la Historia’’. BBC Mundo https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47795903
Manuel Cuevas, J. (6 de septiembre de 2020). Centroamérica: origen común, caminos diferentes. El Orden Mundial https://elordenmundial.com/centroamerica-origen-historia-america-latina/
Ministerio de Educación de El Salvador (2009) Historia de El Salvador 2. Mined, El Salvador.
Saénz de Tejada, R. (2012). ¿Valió la pena?: guerras civiles y democracia en Centroamérica. A propósito de «Revoluciones sin cambios revolucionarios», de Edelberto Torres-Rivas. Nueva Sociedad Nuso (nº 240) pág. 149 – 152. https://nuso.org/articulo/valio-la-pena-guerras-civiles-y-democracia-en-centroamerica-a-proposito-de-revoluciones-sin-cambios-revolucionarios-de-edelberto-torres-rivas/
Secretaria General de la Integración Centroamericana SICA (2012) Las Cortes de Cádiz y su influencia en Centroamérica. SICA y Ayuntamiento de Cádiz, España.
Vásquez, Guillermo (2011). Nacimiento y ocaso de la Federación de Centroamérica: entre la realidad y el deseo. Revista Complutense de Historia de América, vol. 37, pág. 253 – 275.
Biografía del autor
Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de El Salvador. Graduado del programa de Resolución de Conflictos, Paz y Desarrollo por la Universidad para la Paz.
Actualmente es docente de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador. Imparte cursos relacionados a Realidad Política de El Salvador y Centroamérica y Derechos Humanos.
Ha tenido experiencia como practicante en la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia (MAPP/OEA). Posee estudios relacionados a la mediación y construcción de paz, así como en la Defensa Internacional de los Derechos Humanos.